jueves, 30 de enero de 2014

Vignola y Della Porta: Il Gesù


Roma. Planta y fachada. Desde 1568.

La reforma católica del siglo XVI culmina en el Concilio de Trento, que supone un rearme ideológico y la reacción en Europa central ante la expansión protestante. En él, uno de los aspectos en los que más se insiste es en la importancia de la predicación y de los actos de culto, en oposición a los modos de las iglesias reformadas. Esta preocupación va a influir poderosamente en el diseño de las iglesias, y se va a superar definitivamente el típico debate renacentista entre la preferencia por las plantas centralizadas o por las plantas longitudinales. El resultado será un nuevo tipo de planta (llamada jesuítica) que combina las dos posturas, que va a triunfar plenamente en el barroco, y que va a mantenerse vigente hasta prácticamente nuestros días.

La obra que inicia este cambio es Il Gesù, la iglesia principal de la orden más representativa de la reforma católica, la recientemente creada orden jesuita. El cardenal Alessandro Farnesio financiará la construcción, e intervendrá directamente en su planteamiento. El arquitecto escogido será Jacopo Vignola, que se inspiró posiblemente en la iglesia de San Andrés erigida en Mantua por Alberti. Su estructura se conserva totalmente, pero su interior, inicialmente austero, fue redecorado por completo en los siglos siguientes, adaptándolo al gusto barroco.

Es una iglesia de planta de cruz latina, pero que conjuga lo longitudinal con la creación de un espacio unitario. El tradicional atrio desaparece. La única nave es muy ancha, no se prolonga demasiado y está cubierta por una bóveda de cañón con lunetos (lo que fue motivo de discusiones entre Farnesio y los jesuitas). El transepto apenas sobresale, y visualmente domina sobre todo el ámbito la gran cúpula que cubre el crucero. A ambos lados de la nave se abren las capillas, de pequeño tamaño (con comunicación entre ellas), y encima las tribunas, reservadas a la comunidad religiosa. La cabecera se puede considerar triple: sendos altares en los muros del corto transepto, y la gran capilla mayor, todavía de planta semicircular. Sin embargo no es el tradicional ábside, que singulariza y separa el espacio más sagrado: ahora es simplemente la culminación lógica de la nave. Sin embargo pronto se preferirán las cabeceras planas, al tomar gran desarrollo los retablos barrocos.

El sentido de este diseño es claro: se ha establecido un espacio único apropiado tanto para las predicaciones como para los grandes actos colectivos, lo que exige unas buenas condiciones acústicas. Se requiere, además, que la luz bañe el interior: de ahí la abundancia de ventanas en la parte alta: en los lunetos en la bóveda de la nave, en los muros del transepto, y en el tambor, cúpula y linterna del crucero. En cambio las pequeñas capillas laterales tienen una función diferente: permiten la oración individual y por tanto mantienen una mayor penumbra.

La fachada que proyecta Vignola se conoce gracias a algunos grabados, pero no se llegará construir. Se inspira en otra iglesia de Alberti, Santa María Novella. Está dividida en dos pisos, y es como un gran telón que nos relaciona el interior y el exterior. El cuerpo inferior se compone de columnas y pilastras corintias que enmarcan vanos y hornacinas. Sobre el entablamento, un ancho ático lo separa del cuerpo superior que se limita a la anchura de la nave y que concluye en el característico frontón. La gran puerta central queda cobijada por un edículo culminado con un frontón curvo, y que se repite en el piso superior. Los dos cuerpos queda unificados por medio dos aletas.

La construcción de la fachada la llevará a cabo Giacomo della Porta en 1573, e introducirá modificaciones que nos aproximan ya al barroco. Tiende a limitar el efecto vertical mediante la conversión del ático en una ancha banda horizontal, y la conversión de las aletas laterales en grandes volutas le dotan de un mayor dinamismo. Simplifica asimismo la decoración, que se concentra en la parte central, con lo que se subraya lo arquitectónico.
Sacchi y otros, El papa Urbano VIII visita Il Gesù el 2 de octubre de 1639

A continuación reproducimos algunos fragmentos de una carta del Cardenal Alessandro Farnese dirigida a Vignola, sobre la construcción del Gesù.

Ha estado aquí el padre Polanco, mandado por el General del Gesù para exponerme algunas consideraciones que se le han ocurrido acerca de la fábrica de la iglesia. Sobre lo cual, ya que no estuvisteis presente para atenderle, he querido escribiros lo que se me ocurre, aunque conforme en gran parte a lo que la otra vez ya habíamos tratado y deliberado. Y esto es que prestando atención a la suma de gastos que quiero hacer en toda la fábrica, esto es, de 25.000 ducados, el diseño de la iglesia sea tal que, sin exceder dicha suma, resulte bien proporcionada en las medidas de longitud, anchura y altura, según las buenas reglas de la arquitectura; y que la iglesia sea no de una nave central y dos laterales, sino de una sola, con capillas a ambos lados. [...] La iglesia debe cubrirse con bóveda, y no de otra manera, pese a las objeciones que ellos (los jesuitas) pueden hacer, diciendo que la voz del predicador se perderá a causa del eco. Piensan ellos que esta bóveda hará resonar el eco más que una techumbre rasa de madera, pero yo no creo esto, pues tenemos el ejemplo de otras iglesias incluso de mucha mayor capacidad que se ven muy adaptadas a la voz del predicador y al auditorio. Por tanto, guardad estas cosas que os digo arriba, principalmente sobre el gasto, las proporciones, la situación y la bóveda; en cuanto a la forma, me remito al juicio y parecer vuestro, del cual me informaréis a vuestro regreso.

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