jueves, 13 de febrero de 2014

El Greco: El Expolio

 

Óleo. 2,85 por 1,73 metros. 1577-1579. Sacristía de la Catedral de Toledo.

Representa el despojo de las vestiduras de Cristo durante su Pasión. Fue encargado al Greco por el Cabildo de la catedral para el altar mayor de la sacristía. Toda la obra se estructura en su composición alrededor del óvalo que forma la figura de  Jesús, la única que aparece completa y que se sitúa en el eje central de la composición. La luz que se concentra en su mano derecha y en su rostro, y el profundo vigor veneciano del rojo de su túnica fuerzan al espectador a dirigir su mirada hacia él. Los pies del Salvador son otro eje referencial de la obra, pues en ellos confluyen varias diagonales claramente apreciables en la obra, como la que recorre a las tres Marías.

La composición presenta un marcado frontalismo, que se refuerza por una voluntaria renuncia a la profundidad, que hace el espacio desasosegante para quien lo contempla. La parte inferior de la obra, más despejada apenas deja lugar a una mínima representación del espacio físico. Incluso el grisáceo cielo no proporciona amplitud ni espacio, poblado de alabardas como está.

Efecto muy manierista es el punto de vista bajo de la obra, que resalta la grandiosidad de Cristo o la presencia física del sayón que está horadando el madero de la cruz. Por el contrario, las tres Marías son una suerte de espectadoras del cuadro: se sitúan en otro plano incompatible con el anterior, y cortadas por el marco del cuadro igual que lo estaríamos nosotros como espectadores de la obra. Esta confusión de planos dota sin embargo a la composición de cierta profundidad, pues sin las mujeres la planitud de la composición sería total.

El colorido está todavía próximo al de los venecianos. En una obra de tono general sombrío, el poderosísimo rojo de la túnica de Cristo nos atrae inmediatamente, obligándonos a concentrarnos en esa figura por encima de las demás. Los colores despiden su propia luz y la reflejan, como se aprecia en la armadura del caballero que refleja el rojo de la túnica, o en la camisa blanca del sayón de la parte inferior, que  se torna verdosa y refleja el amarillo de su chaleco.

La poderosa anatomía de Cristo que se adivina bajo su túnica, posee la fortaleza escultórica de la pintura de Miguel Ángel. Con respecto a los restantes personajes, se observa que el Greco ha asimilado sin dificultad las tradiciones hispánicas de fuerte realismo y de la preferencia por reproducir los tipos populares.

Esta obra todavía presenta un cierto eclecticismo y una compensación de las diferentes influencias que El Greco había ido asimilando. La progresiva tendencia del Greco hacia un acentuado expresionismo religioso no hará sino crecer, en una cada vez más pronunciada desmaterialización mística de sus personajes que, al igual que las últimas Piedades de Miguel Ángel, parece concluir con el triunfo absoluto del espíritu y la derrota completa de la materia.










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