domingo, 11 de mayo de 2014

Joan Miró: El carnaval del arlequín


Óleo sobre lienzo. 66 por 93 cm. 1924-25. Albrigth-Knox Art Gallery, Buffalo (Nueva York)

En una entrevista realizada en 1978, Joan Miró rememoraba la realización de esta obra, medio siglo antes, cuando se integró en el grupo surrealista y comenzó a ser considerado uno de sus más imaginativos representantes:

«Mis amigos de entonces eran los surrealistas. Yo intentaba plasmar las alucinaciones que me producían el hambre que pasaba. No es que pintara lo que veía en sueños, como propugnaban entonces Breton y los suyos, sino que el hambre me producía una especie de trance parecido al que experimentaban los orientales. Entonces realizaba unos dibujos preparatorios del plan general de la obra, para saber donde debía colocar cada cosa. Tras haber meditado mucho sobre lo que me proponía hacer comencé a pintar, y sobre la marcha introducía todos los cambios que creía convenientes. Reconozco que El Bosco me interesaba mucho, pero mientras trabajaba en el Carnaval no pensaba en él. En el lienzo aparecen elementos que se repetirán más adelante en otras obras: la escalera, que es la de la huida y la evasión, pero también la de la elevación; los animales y sobre todo los insectos que siempre me han interesado mucho; la esfera oscura que aparece a la derecha es una representación del globo terráqueo, porque entonces me obsesionaba una idea: “¿He de conquistar el mundo!”; el gato que siempre estaba a mi lado mientras pintaba. El triángulo negro que aparece a la ventana representa la torre Eiffel. Buscaba profundizar en el lado mágico de las cosas. Por ejemplo, la coliflor tiene una vida secreta, y eso es lo que me interesaba, y no su aspecto exterior.»

Estamos en el estudio que utiliza Miró en París. El artista parece identificarse con el protagonista del lienzo, el arlequín, situado a la izquierda, con sus grandes bigotes y su pipa. En la tradición europea de la Commedia dell'arte, Arlequín es ambivalente: astuto y necio, egoísta y desprendido, brutal en ocasiones e inocente en otras, sensual y grosero, pero enamorado perdidamente de Colombina... Es un personaje humanizado por las penalidades, con una gran capacidad para resistir y esperar tiempos mejores. Junto a él, otras dos figuras de gran tamaño: el guitarrista en el centro, y la figura femenina de la derecha, globiforme y con una enorme mano de la que brota un dragón. Un sinfín de personajillos pululan entre los más variopintos objetos: ojos, orejas, la escalera, el globo terráqueo.... Todo ello aparece transformado y caricaturizado, con las características técnicas surrealistas. Utiliza un rico colorido en los detalles aunque plano y sin gradaciones. Pero para los elementos principales utiliza blancos, azules y negros. No hay perspectiva, pero resalta la importancia que concede el autor a establecer un orden preciso entre todos los componentes. Abundantes trazos enrevesados parecen interconectar las distintas figuras. En sus obras posteriores, la estilización máxima de las formas, y la profusión de los trazos, les dará su característico aspecto caligráfico. Con El carnaval del Arlequín, Miró crea definitivamente su propio lenguaje artístico.

El significado de este cuadro queda, naturalmente, abierto. Uno de los posibles, quizás el más obvio, permiten interpretarlo como las ansias y deseos de Arlequín-Miró, en medio de sus penalidades: comida, bienes materiales, éxito... y su amada. Pero tampoco alcanza la felicidad en este carnaval soñado: parecen chocar entre sí las dos gruesas ondulaciones blanca y negra que se cruzan en el centro del cuadro, y que le separan de su Colombina. Sin embargo la riqueza de esta obra permite otros muchos acercamientos. Así, Lourdes Cirlot ha analizado su relación con el Combate entre el Carnaval y la Cuarema (1559) de Pieter Brueghel. Para concluir, reproducimos del interesante estudio de esta autora los párrafos en los que analiza detalladamente todos los elementos de esta obra de Miró.

«El Arlequín del Carnaval de Miró se reconoce por su traje de rombos, aunque éste sea tan sólo levemente insinuado en una zona abombada del personaje que se encuentra en la zona de la izquierda. Puede decirse, por tanto, que Arlequín y Carnaval son en la obra mironiana el mismo personaje. Sobre su cabeza podemos advertir un sombrero de forma triangular, coronado por unas configuraciones pequeñas y estilizadas que bien podrían entenderse como una pluma. La cabeza del Arlequín es circular y está resuelta en dos mitades de colores rojo y azul. De su boca, circundada por un gran bigote, surge una larga pipa, de la que sale humo. El personaje presenta también una esquemática barba (...). De la zona que enlaza la cabeza con el tronco surge una especie de lanza en la que se halla ensartada una serpiente. En el cuerpo de Arlequín destaca la zona del ombligo, marcada por un círculo, sobre el que se encuentran los rombos de la vestimenta que ostenta. Algo más abajo, puede verse el sexo señalado y los pies bien dibujados. En cuanto a los brazos, hay que decir que son muy escuetos y que en una de las manos sostiene una antorcha o una vela humeante. La otra mano está dirigida hacia un pequeño animalito alado que sale de un dado y juega con una pelota. A la derecha de Arlequín puede advertirse la presencia de la guitarrista (…). A la altura del instrumento musical y un poco hacia la derecha puede verse un pentagrama con unas notas pintadas. En la otra mano, la derecha, la guitarrista sostiene una pequeña bandera española que ondea al viento. La cabeza del personaje es grande y amarilla. Parece, por la especie de cresta que la corona, formar parte de un disfraz de gallo. En cuanto al cuerpo, está representado de frente, y el tronco, de color rojo, enlaza directamente con un resorte que va a parar a una especie de eje vertical largo que concluye en una zona horizontal que se diversifica en dos y da lugar a las piernas. El hecho de que Miró incluya en su composición el personaje de la guitarrista obedece, sin duda, a la tradición popular existente de que en carnaval aparece siempre alguien tocando la guitarra (...).
 

»Algo más a la derecha puede distinguirse otro personaje, situado a la misma altura que Arlequín, que parece hallarse enfrentado a él. Se trata de un personaje con cuerpo-disfraz en forma de gran libélula, cuya cabeza aparece coronada por una estructura roja en forma de llama. La delgada cola de la libélula aparece insertada en una configuración constituida por dos círculos tangentes de color blanco. En el círculo inferior se distingue una forma de media luna con tres muescas sobre ella que bien pudiera entenderse como un barco de vela o como una alusión al astro. Uno de los brazos de este personaje aparece dispuesto en sentido horizontal y acaba en una mano inmensa, sobre la que parece alzarse un pequeño dragón que echa fuego por la boca y que enlaza con el humo de la candela que porta Arlequín.
 

»Además de los tres personajes principales, el Arlequín, la guitarrista y la libélula gigante, en El carnaval del Arlequín surgen otros muchos elementos que deben tenerse en consideración. Empezando por la zona izquierda, se advierte que hay una gran escalera, en cuya parte superior se ve un ojo, y, algo más abajo, una oreja como los que ya solían aparecer en obras de Miró algo anteriores, como Tierra labrada o Paisaje catalán. El cazador. A la altura de la oreja, más a la derecha, se ven dos configuraciones alargadas con tronco femenino y parte inferior resuelta como si se tratase de un pez; por lo tanto, podría decirse que se trata de dos pequeñas sirenas. Estas dos formas enlazan, a su vez, con dos configuraciones astrales; una de ellas probablemente es un cometa y, la otra, corresponde a una estrella. En uno de los palos que forman la estructura de la escalera puede verse una esfera ensartada en él, formada por dos mitades, una casi negra y la otra blanca. Al pie de la escalera se detecta la presencia de un cilindro que en la parte superior tiene un gran ojo. Casi sobre él se puede ver una configuración muy esquemática que tiene cabeza y cola de pez. Su forma es parecida a la de la sardina de Paisaje catalán.
 

»Aproximadamente en el centro de la composición, abajo, se pueden apreciar varios elementos de pequeño tamaño, como una esfera, un cilindro, un par de conos, una configuración parecida a una llama, y, ya más a la derecha, se aprecian dos personajes que parecen estar jugando con un ovillo de lana. Uno de ellos lleva un disfraz de gato de color amarillo, azul y rojo con rayas. El otro parece ser un gato de grandes bigotes.
 

»En el extremo de la derecha, arriba, se distingue una ventana, a través de la que se ven una forma triangular negra, una estructura roja con forma de llama y una especie de astro como el que surgía en Paisaje catalán. El cazador que, por su configuración parece un tubérculo con sus raíces. Justo bajo la ventana, se distingue una forma circular de color verde oscuro con manchas negras. Parece tratarse de una globo terráqueo, pues descansa sobre un pie que, a su vez, se halla dispuesto sobre la mesa que hay en la parte izquierda abajo. Sobre esta mesa, de color azul, pueden verse varios elementos, entre los que destaca un mantel y un pez. Y, para concluir, baste mencionar que, aparte de todos los elementos ya descritos, surgen otros de carácter bastante enigmático, como son dos triángulos rectángulos con un orificio en la zona inferior —colocados al lado de la escalera uno y junto a la ventana otro. Del tronco de la guitarrista surge, en su parte inferior, una especie de estructura mecánica, formada por una rueda que puede activarse mediante una tuerca. Una estructura similar podía detectarse en la obra Paisaje catalán. El cazador, en la zona superior a la izquierda. Puede verse también un elemento serpentiforme de color blanquecino, superpuesto a la figura de la guitarrista, que cruza el cuadro verticalmente.»


Antecedentes

Tierra labrada, 1923-24
Paisaje catalán. El cazador
Pieter Brueghel. El combate del carnaval y la cuaresma (1559)

Un análisis


 El artista y el museo


Albright Knox Art Gallery, Buffalo (Nueva York)

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