sábado, 10 de mayo de 2014

Vassily Kandinsky: El arco negro


Óleo sobre lienzo. 180 por 196 cm. 1912. Centre Georges Pompidou, París

En su libro Sobre lo espiritual en el arte, Vassily Kandinsky concluye su sugerente análisis sobre formas, colores y sonidos con la referencia a las tres modalidades de lo que considera «la nueva composición sinfónica»:

«1º La impresión directa de la naturaleza externa, expresada de manera gráfico-pictórica. Llamo a estos cuadros impresiones; 2° la expresión principalmente inconsciente, generalmente súbita, de procesos de carácter interno, es decir, impresión de la naturaleza interna. Estos cuadros son improvisaciones; 3° la expresión de tipo parecido, pero creada con extraordinaria lentitud y que analizo y elaboro larga y pacientemente después del primer esbozo. A este tipo de cuadro lo llamo composición. Sus factores determinantes son: la razón, la conciencia, la intención y la finalidad. La última instancia, sin embargo, siempre es la sensibilidad y no el cálculo. (…) Nos acercamos paulatinamente a la época de la composición consciente y racional; creo que pronto el pintor estará orgulloso de poder declarar composicionales sus obras (a diferencia de los impresionistas puros, que estaban orgullosos de no declarar nada), y que ya estamos en el tiempo de la creación útil. Finalmente, pienso que este espíritu de la pintura está en relación orgánica directa con la ya iniciada construcción de un nuevo reino espiritual, pues este espíritu es el alma de la época de la gran espiritualidad.»

Del mismo año que este ensayo es El arco negro, que acabará convirtiéndose en el ejemplo paradigmático de las composiciones del artista, entonces alma del grupo expresionista que gira en torno a El jinete azul, de Munich. Kandinsky culmina su búsqueda progresiva de un mayor desasimiento de la realidad que le permita la plasmación de realidades profundas intelectuales y espirituales: acaba de nacer una de las posibles pinturas abstractas. Ahora bien, la intención última sigue siendo plenamente expresionista, sin concesión alguna a lo que se pudiera calificar como arte ornamental.

El lienzo es una superficie inerte e indefinida parcialmente ocupada por diferentes formas abstractas, que no representan ningún objeto real. Unas son cerradas y definidas (como las de la parte superior del cuadro), y otras abiertas, de límites imprecisos, o directamente amorfas (como las dos inferiores). El color y la forma de cada mancha transmiten significados diferentes: por ejemplo el carácter agresivo de la forma aguzada de vibrante color rojo (cuadrante inferior derecho). Las distintas manchas se relacionan entre sí creando la composición, del mismo modo que los sonidos (grave y agudo, staccato y legato...) que brotan de los distintos instrumentos de una orquesta componen una única sinfonía.

La composición que resulta al ordenar de forma arbitraria aunque rigurosa las distintas manchas brota de dos mecanismos complementarios: la armonía y el contraste, tanto en función de la forma como del color. El contraste principal en esta obra está en las dos grandes formas inferiores: el rojo-puntiagudo, y el azul-amorfo. Pero al mismo tiempo estos dos colores se consideran complementarios, y por tanto armónicos (Kandinsky hace referencia a la costumbre tradicional de representar a la Virgen con manto y túnica de estos dos colores). Aquí, sin embargo, chocan: lo expresa la diferencia de formas, y sobre todo el grueso arco negro del título y los restantes trazos que, como una caligrafía mística, parecen manifestar del conflicto. Finalmente, en la parte superior aparece lo que podríamos considerar el resultante: la gran forma de perfiles definidos y de color morado (rojo + azul), síntesis de lo anterior. Las manchas menores (la redondeada rojiza, la amarillenta-parda...) pueden interpretarse también como ecos o emanaciones de la lucha a la que hemos asistido. Ahora bien, este conflicto no es descriptivo de acciones externas y materiales, sino interiores, espirituales.

Ésta es la intencionalidad última de Kandinsky. En el texto a que estamos haciendo referencia lo comparará una vez más con el mundo de la música: «En términos generales, el color es un instrumento para influir directamente sobre el alma. El color es la tecla, el ojo el macillo, y el alma es el piano con sus cuerdas. El artista es la mano que produce vibraciones adecuadas en el alma humana, mediante una y otra tecla.»

El arco negro
Centre Georges Pompidou, Paris

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