jueves, 12 de diciembre de 2013

Claustro de Santo Domingo de Silos y La duda de santo Tomás

 

Situado en la actual provincia de Burgos, se sabe de su existencia en el siglo VII, aunque se ignora si pervivió bajo el dominio musulmán. En cualquier caso, en el siglo X posee la suficiente importancia como para que Fernán González, conde casi soberano de Castilla, le conceda una autonomía total: territorio propio y jurisdicción civil y eclesiástica. Pero las campañas de Almanzor hacia el cambio de milenio lo dejará en ruina. La restauración definitiva la llevará acabo Santo Domingo, nombrado abad de Silos por el primer rey de Castilla, Fernando I, en 1040. El programa constructivo que llevarán a cabo él y sus sucesores lo convierte en uno de los más importantes monasterios peninsulares: se amplía la iglesia mozárabe, y se edifica claustro, hospital, leprosería, escuela... Especial importancia alcanzará su Scriptorio y su Biblioteca, que lo convertirán en importante centro cultural.

El claustro es uno de los más importantes y antiguos del románico español, y es la única dependencia de época románica que se conserva en la actualidad. Se comenzó a fines del siglo XI, y a finales del XII se le añadió un segundo piso, lo que no es excesivamente frecuente. Sus dimensiones no son perfectamente regulares: 29x32x27x31 metros, y las galerías algo menos de 3,5 m. de ancho. En el centro del cuadrilatero hubo un pequeño edículo que no se conserva. Las arquerías unen los cuatro machones angulares, y están sostenidas por parejas de columnas perpendiculares al eje de la galería. En el centro de cada ala se unen dos parejas de columnas, con la peculiaridad de que en el lado oeste los fustes se inclinan y encajan unos en otros. La parte más antigua corresponde a las alas este y norte, en las que los fustes de las columnas presentan éntasis y están separados, a diferencia de los restantes, cilíndricos y unidos. Los arcos son de medio punto, lisos al exterior y decorados con diversas molduras al interior en la planta baja. El conjunto está cubierto por techumbre de madera. En la planta baja es un alfarje mudéjar pintado, del siglo XIV.

La decoración escultórica del claustro es excepcional. En las esquinas del claustro bajo aparecen ocho relieves, de los que seis datan de fines del XI: El descendimiento, El entierro y las mujeres ante el sepulcro, Los discípulos de Emaús, La duda de santo Tomás (que estudiaremos más adelante), La Ascensión, y Pentecostés. De otros maestros son El árbol de Jesé (segunda mitad del s. XII) y La Anunciación (principios del siglo XIII). Los capiteles tienen forma troncocónica. Presentan decoración vegetal, animales fantásticos, y los más modernos son narrativos.

Cada uno de los relieves se enmarca con columnillas de fuste muy fino y capitel corintio, que soportan un arco de medio punto. Los personajes se adaptan a este marco, con tendencia a ocupar todo el espacio disponible (horror vacui), deformándose si es preciso para ello, y ordenándose en “pisos”. El tamaño de cada figura nos vendrá dado por su importancia (perspectiva jerárquica). Para animarlas, el escultor las mueve, hace que se retuerzan, entrecruzan las piernas... Es muy característica la disposición en diagonal de los pies.

El relieve que comentamos narra el episodio recogido en el Evangelio de San Juan en el que el apóstol santo Tomás duda de la resurrección de Jesús: Tomás, uno de los doce, el llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Y le dijeron los otros discípulos: “Hemos visto al Señor”. Mas él les dijo: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no creeré”. Ocho días después, estaban nuevamente allí dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio, y les dijo: “¡Paz a vosotros!” Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo aquí, mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” Dijo Jesús: “Has creído porque has visto. Dichosos los que creyeron sin haber visto” (Juan, 20, 24-28).

En el lado izquierdo destaca el grupo formado por Cristo (de mayor tamaño, rígido y solemne) y Tomás, que se le acerca con el brazo extendido. Los apóstoles (con su nombre inscrito en la aureola) están ordenados en tres filas escalonadas: en la inferior están san Pedro (reconocible por las llaves) y san Pablo (que en realidad no asistió al milagro; sin embargo, junto con el anterior, constituyen las columnas de la Iglesia, y por ello se le representa). Todos ellos vuelven e inclinan la cabeza hacia la escena que se representa a su izquierda.

Sobre el arco que encierra la escena, asistimos a una animada escena: dos torrecillas y dos parejas de músico que tocan instrumentos musicales (cuernos y panderetas).












Primer maestro

Segundo maestro

Descendimiento de la Cruz

Entierro y Resurrección

Cristo y los discípulos de Emaús

La duda de santo Tomás

Ascensión y Pentecostés

Coronación de la Virgen

La duda de santo Tomás: detalles





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