miércoles, 14 de mayo de 2014

Pablo Gargallo: El gran profeta


Bronce. 236 por 75 por 45 cm. 1933. 7 fundiciones y 3 pruebas de artista. A estas últimas corresponde la del Museo Gargallo (Zaragoza)

Nacido en Maella (Zaragoza), Gargallo es el creador de la escultura hueca o de vacío. Desde sus inicios modernistas pasó a una manera de hacer vanguardista que se relaciona con el cubismo y con el expresionismo. Sus piezas se caracterizan por su esquematismo y su simplicidad. Dibujan perfiles cóncavos y convexos en el aire, con apenas unas líneas, y su soporte material son tan solo varillas curvadas o planchas de bronce o de hierro que se unen con perfección. Estas leves varillas y chapas metálicas ensambladas son suficientes para dar corporeidad y volumen a todo un mundo de siluetas y figuras llenas de belleza y esquemática sensibilidad. Gargallo trabajó todo tipo de materiales: el mármol, la piedra, la madera; pero sobre todo se expresó a través del hierro y del bronce.

El Gran Profeta fue sin duda su obra más ambiciosa y de más larga elaboración ya que existe un dibujo o boceto de esta obra que está fechado en 1904, cuando no se fundió en material definitivo hasta 1933. Se trata de una escultura de gran tamaño, fundida en bronce, aunque algunas veces se diga que es hierro forjado, a partir de un modelo de escayola. Existen siete ejemplares numerados, y tres pruebas de artista numeradas también.

La figura del profeta representa a un hombre barbado, enjuto, recio que infunde temor. Cubierto con pieles de animales, sus piernas son fuertes y están separadas dando una sensación de fortaleza y estabilidad, sus largos pies parecen asirse fuertemente a la tierra que pisa. El profeta alza el brazo derecho hacia el cielo, en un gesto de aviso o de amonestación no exento de cierta ira, y lleva una vara en el brazo izquierdo. Se inspira en la conocida frase de Juan el Bautista, en Juan I, 23: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.» Ahora bien, en la España de principios del siglo XX la imagen del profeta se identificaba también el regeneracionista, el intelectual que quiere levantar a la sociedad adormecida, enferma y corrupta. Y el más representativo era Joaquín Costa, el autor de Oligarquía y caciquismo, aragonés como el artista.

Los volúmenes interiores parecen terminar la figura, redondeándola, sugiriendo misteriosas intenciones del escultor. Es sin duda, junto con el Urano, también del año 1933, el cénit, la cumbre creativa del escultor. A propósito de ello el artista escribió a su marchante Berheim: «Acabo de concluir algo que quizás le interese. Es de bastante importancia. Creo haber hallado el camino de mi tranquilidad estética, aunque no sea el camino de la tranquilidad material, ya es algo en estos tiempos que corren.»






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