lunes, 5 de mayo de 2014

Henri Matisse: Madame Matisse o La línea verde

Matisse y su esposa en 1907

Óleo sobre lienzo. 40 por 32 cm. 1905. Staten Museum for Kunst (Copenhague)

Henri Matisse pinta en 1905 este pequeño retrato de su esposa Amélie, cuando ya ha abandonado las técnicas divisionistas de sus primeras obras, y configura, junto con otros pintores el grupo denominado de los fauves (salvajes). La evolución de las distintas tendencias postimpresionistas les ha conducido a una pintura basada en la armonización de masas de colores puros, que contrastan o se combinan entre ellos. El tema, el objeto representado, es secundario para estos artistas (lo que por otra parte les enlaza con los viejos impresionistas).

La obra que comentamos es un acabado ejemplo de esta técnica: la cabeza aparece vista de frente, aunque no dirige la mirada al espectador. En esta etapa de la trayectoria del artista, modelado y profundidad han desaparecido: la superficie (de la protagonista y del fondo) se compartimenta en amplias superficies que tienden a lo monocromático, en ocasiones delimitadas por gruesas líneas. Predominan los rojos, los verdes, y los azules-morados que tienden al negro, siempre extendidos mediante gruesas pinceladas llenas de brío. Para el rostro utiliza unos tonos más luminosos, que quedan enmarcados por las masas que lo rodean: el fondo, el cabello y el vestido. La gruesa línea verde que da nombre a la obra lo divide en dos, desde la frente a la barbilla. El lado derecho es de tonos rosáceos, mientras que el izquierdo es amarillo.

En ocasiones este rostro dividido en dos se ha interpretado como representación del juego de luces y sombras, pero parece más acertado considerarlo el evidente resultado de la armonización fauvista de los colores: el amarillo de la izquierda combina con el fondo verdiazulado del fondo de la izquierda; el rosáceo de la izquierda, con los rojos y morados del fondo de la derecha. Desde este punto de vista la línea verde brillante es el autentico eje de este juego de contrastes cromáticos. Atrae la mirada, y en función de ella componemos nuestra visión del cuadro.

Aunque es una obra figurativa, el naturalismo ha desaparecido por completo, como se viene haciendo desde el gran cambio propiciado por los impresionistas y desarrollado en distintas direcciones por los postimpresionistas. El tema, en este caso un retrato, es un mero recurso  para crear una obra con valor independiente de la realidad que representa. A pesar de ello podemos observar algunas leves inconsecuencias, que en aras a su libertad creadora, Matisse se permite: el evidente modelado del cabello, el delicado bordado del cuello del vestido... Quizás la proximidad afectiva con la modelo lo explique.


Henri Matisse en 1949

No hay comentarios:

Publicar un comentario