martes, 22 de abril de 2014

Henri de Toulouse-Lautrec: Moulin Rouge, La Gouloue


Litografía a cuatro colores. 191 por 117 cm. 1891.

Es el primero de los 32 carteles que realizó el autor en 10 años. En él aparece como protagonista de la escena una famosa bailarina del Moulin Rouge, Louise Weber, conocida como La Goulue, bailando en el cabaret. Es una obra destinada a la publicidad del establecimiento: se realizó una tirada de unos tres mil ejemplares destinada a su difusión masiva por las calles de París. Esta finalidad obliga al autor a desarrollar la escena de diferente manera que si fuera un cuadro. Ha de ser una obra impactante, clara y cuyo mensaje, fácilmente reconocible, debe poderse distinguir desde lejos. Los colores han de ser vivos, contrastados, y el dibujo nítido y con las figuras definidas e individualizadas dentro de la escena.

La figura de la bailarina, que, en arriesgada pirueta, levanta la pierna tal y como lo hacen las bailarinas de can-can, se distingue claramente sobre un fondo de siluetas negras, que son el público asistente. La bailarina lleva una blusa de color rojo con lunares blancos, y se ve una enorme mancha blanca que son las enaguas. Contrastando con el blanco, el vivo rojo de las medias.

En primer plano, una silueta masculina con enorme chistera que el pintor trata como caricatura, exagerando sus rasgos y su actitud gesticulante. Como fondo y base del dibujo, el suelo, en tono claro, que soporta la escena y los personajes con una serie de líneas perpendiculares que contribuyen a recrear espacialmente el local. La mancha amarilla de la izquierda completa el cuadro y acentúa su colorismo, y atrae la vista del espectador aún desde lejos.

Estamos ante una obra de carácter y finalidad publicitaria, lo que condiciona no sólo la técnica, sino también el modo de desarrollar la escena. El autor, extraordinario dibujante y con una completa formación académica, abandona los criterios y la técnica clásica y se deja influenciar por las nuevas experiencias de los impresionistas, sobre todo de Degas, así como por las estampas japonesas, recién descubiertas.

Su dibujo seguro se une en el pintor al manejo del color puro, así como a su personal visión del mundo y de los personajes de modo caricaturesco y desenfadado, sobre todo en aquellas escenas y protagonistas que pertenecen al mundo de la farándula tan frecuentado y habitual del autor que plantean los impresionistas.


Otro ejemplar, sobreimpreso
Louise Weber, La Goulue, ca. 1889
Louise Weber mantuvo una relación amistosa con Toulouse-Lautrec, por lo que cuando montó una barraca para exhibir sus bailes, le pidió al artista que se la decorara. A pesar de su carácter incidental y efímero, han sobrevivido los dos paneles que vemos en la fotografía, y actualmente se encuentran en el Museo de Orsay de París. En el primero de ellos, obsérvese el personaje que aparece en primer plano.

Barraca de La Goulue, la nº 10 de la Feria del Trono de 1895
El baile en el Moulin Rouge (1895), Museo de Orsay
La danza morisca (1895), Museo de Orsay
La llegada de estampas japonesas (ukiyo-e), algunas de ellas realizadas expresamente para la exportación, influyeron poderosamente en la evolución de la pintura occidental:

Hiroshige Ando, 53 estaciones del Tokaido, 1830-44

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